"Lejos de Roma, cerca de Dios"Nací de padres católicos romanos el 28 de septiembre de 1911 en San Celoni, provincia de Barcelona, España.
Quiero compartir con ustedes la historia de Francisco Lacueva. Una gran maestro y expositor de la Palabra de Dios. Esta historia la encontré en el libro
Mi padre murió en 1918, a una temprana edad, víctima de una epidemia de influenza que visitó tantos hogares en mi país. Yo solo tenía 6 años, y mi madre tuvo que trabajar arduamente desde entonces, siendo que quedamos muy pobres.
Dos años después un amigo consiguió un puesto para mi madre como sirvienta en un convento de las Monjas Concepcionistas Franciscanas en Tarazona de Aragón, una pequeña ciudad en la provincia de Zaragoza. Las monjas la aceptaron con la condición de que yo estudiara para sacerdote, puesto que no querían muchachos a la puerta del convento, a menos que se los destinara para que más tarde entraran al seminario.
Así, pues, a la edad de 8 años, me encontré ya comprometido para un futuro acerca del cual sabía menos que nada. La fuerza abrumadora de las monjas era tal que durante mi carrera en el seminario, a pesar de que yo le había dicho a mi madre varias veces de que no sentía la vocación para una vida de celibato, me amenazo que me enviaría al orfanatorio de la Guardia Civil, que procedió a describir con muy oscuros colores.
Mi vida como joven sacerdote
Cuando tenía 10 años, entré en el seminario de Tarazona para estudiar para sacerdocio. No estudié con mucho ahínco hasta los cursos superiores, pero aun así, pude pasar todos los exámenes con las mejores calificaciones. Sentí que esto era una pequeña compensación de mi orgullo para contrarrestar las atracciones den un trabajo ordinario en el cual yo podría haber logrado mis deseos de formar un hogar.
Fui ordenado sacerdote el 10 de junio de 1934, en Tarazona, por el Dr. Goma, Arzobispo de Toledo. Luego pasarón 15 años de ministerio en la Iglesia, clases en el seminario y en privado, asi como entierros, bautismos, casamientos y otras ceremonias religiosas.
Suprimo las dudas
En septiembre de 1948, fui promovido por mi obispo a la cátedra de Teología Dogmática Especial en el seminario Diocesano de Tarazona de Aragón. Un año después también me designaron como Canónigo Magisterial, es decir, predicador oficial en la catedral. Hasta esa fecha, me las había arreglado para suprimir todas las dudas y dificultades que había experimentado con respecto a muchas de las doctrinas que la Iglesia Católica obligaba a los fieles a creer. Eso se había logrado parcialmente debido a la sumisión inmediata e incondicional que, bajo pena de excomunión, todos los verdaderos romanistas rendían al Papa.
Días después leí en una revista católica romana, "Cultura Bíblica", el nombre de Don Samuel Vila, Pastor evangélico español, a quien atacaban por por algunos comentarios que había hecho en su libro,
A las fuentes del Cristianismo, con referencia a los hermanos de Jesús. Después de tantos años, todavía podía recordar el nombre de este pastor, por lo que busqué su dirección en la guía telefónica y le escribí una carta describiendo con extrema sinceridad mis problemas espirituales.
Una verdadera converción a Dios
El Pastor Vila contestó con una carta llena de comprensión y unción del Espíritu, en la cual me explicaba muchas de las verdades fundamentales de la Palabra de Dios, que sin embargo me asombraron, puesto que eran en contra de todas las cosas que había creído. El Sr. Vila no me pidió que me convirtiera en protestante, pero con mucha candidez me dijo que la solución a mi problema espiritual no estaba en cambiar de una confesión religiosa a otra, sino en una verdadera conversión a Dios. Esta fue mi primera sorpresa, y no fue la última. Añadió que mi salvación dependía de mi simple aceptación, por fe, de Jesús como mi Salvador personal y (otra gran sorpresa) que considerara la vida cristiana como una relación espiritual cariñosa con Dios. Para mi eso fue extraordinario. ¡Y estos eran los enconosos Protestantes!
Continué intercambiando correspondencia con él; y, despues de las primeras cartas que recibí de leer el libro
A las fuentes del cristianismo, de Samuel Vila. Allí descubrí una exposición razonada de las soluciones para mi investigación personal que había iniciado contra los dogmas del romanismo. ¿Por que no había visto yo estas cosas? Simplemente por que no poseía el extenso conocimiento de la Biblia y la historia que, en su correspondencia, el pastor Vila demostraba que tenía.
Así que fue que me dediqué al detallado y asiduo estudio y meditación de la palabra de Dios, acompañado por mucha oración en la cual buscaba la abundante gracia del Espíritu Santo para descubrir el verdadero sentido de la Palabra, a fin de atesorarla en mi memoria y en mi corazón, para vivirla a través de mi vida, y para comunicarla a otros. En poco mas de un año había leído toda la Biblia dos veces del principio hasta el final y el nuevo testamento muchas veces. También estudié los mejores comentaristas Romanistas y Protestantes.
La Palabra de Verdad
Pronto me encontré gozando de los frutos de esta tarea tan agradable. Mis estudiantes a menudo se asombraban ante las referencias bíblicas pertinentes y variadas con las cuales yo apoyaba mis explicaciones teológicas. Pero sobre todas las cosas, vi con claridad y por primera vez la falsedad de muchas de las doctrinas de la Iglesia Católica Romana que son los artículos de fe. ¿Por que no había notado eso antes? Por la simple razón de que yo jamás había procurado un estudio tan detallado e imparcial de la Palabra de Dios. Por eso es que la inmensa mayoría del clero romanista continúa en sus falsas doctrinas, sin abrir sus ojos a la pureza del verdadero evangelio.
A pesar de que la luz había comenzado a filtarse en mi alma en enero de 1961, todavía no era salvo, aun que ya estaba convencido de la falsedad del romanismo. Sin embargo me decidí unirme a la iglesia evangélica. Me sentí muy alentado a esta altura de mi conversión por la visita personal que hice a Don Samuel Vila en Terrassa (Barcelona) en Mayo de ese año. El fervor y la devoción con que me hablo y principalmente cuando oró al Señor conmigo, y con su cuñado, Don José M. Martínez, , me impresionaron y emocionaron en gran manera.
El poder de la gracia de Dios
Siguiendo el consejo del hermano Vila, puse a prueba a Dios en momentos de gran dificultad para mi, y con resultados maravillosos. Finalmente, en un glorioso 16 de octubre de 1961, y en medio de una prueba que me encerraba como un verdadero toro de Basán, elevé mis ojos y mi corazón al cielo, no descansando en mi propia fortaleza, sino seguro del poder de la gracia de Dios, la cual cosecha sus mayores triunfos ante la debilidad e impotencia humanas,
"Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo." (2 Cor 12:9). "diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado." (Rom 4:7-8)
Desde esa fecha he visto muy claramente que he nacido a una nueva vida, he abandonado mi vida de pecado, y , me he rendido incondicionalmente a Cristo, dispuesto a llevar su cruz y seguir fielmente en sus pisadas. Cada día he orado que el Espíritu Santo pueda mantenerme siempre alerta para obedecer sus mas leves deseos, que yo pueda ser un instrumento bajo su dirección omnipotente. Desde octubre de 1961 hasta junio de 1962, mis amigos, mis estudiantes, y mis compañeros más íntimos pudieron ver el cambio que que se había obrado en mi vida. Mis sermones tenían un fuego de convicción que nunca había tenido antes. Mi corazón estaba lleno de entusiasmo, un gozo interior, una maravillosa felicidad, y mi mayor placer era en la oración, y en la lectura continua y estudio de las Sagradas Escrituras. Comencé a leer metódicamente; y muchas eran las Biblias y Nuevos Testamentos que se obsequiaron a mis amigos en sus cumpleaños y días de fiesta.
El romanismo: Otro evangelio
Después de un tiempo me di cuenta de que era imposible, en mis nuevas circunstancias, continuar en la Iglesia Católica Romana. El 21 de Junio de 1962, escribí cartas fechadas el 16 del mismo mes en Barcelona dirigidas a mi obispo y al presidente del Concilio Canónico de la Cátedra de Tarazona, a la que estuve vinculado por 13 años como Canónigo Magisterial. En ellas renunciaba a todos mis honores y cargos y les decía de mi salida de la Iglesia Católica Romana. Le decía al obispo que yo no deseaba caer bajo las anatemas de Gálatas 1:8-9
"Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema."
No mi propia justicia, sino la de él
El mismo 21 de junio crucé la frontera española-francesa en Port-Bou, y en la tarde del día siguiente, desembarqué en el puerto de Newhaven, en la costa sur de Inglaterra, donde me esperaban los brazos abiertos de un siervo de Dios y amigo, Mr. Luis de Wirtz.
No quiero omitir que el domingo 17 de junio, por primera vez, asistí a una reunión evangélica en una iglesia en Barcelona y hablé en un servicio de la tarde en otra capilla en Terrassa. Luego disfruté de la hospitalidad y cortesía de mi mentor espiritual, Don Samuel Vila.
No quisiera concluir sin ofrecer un vibrante testimonio de mi conversión a Jesucristo. Con gran gozo he renunciado a los altos cargos que ocupaba la Iglesia Católica Romana y a la generosa forma de vida que los acompañaban. Sigo con confianza bajo la guia providencial de mi Padre celestial hacia la meta segura de mi salvación. Desde que abandoné la Iglesia Católica Romana, he visto muy claramente que a fin de poseer todas las cosas primero es necesario abandonar todas las cosas.
"Por gracia sois salvos por medio de la fe"
A ustedes,mis ex compañeros en el sacerdocio, digo de todo corazón: "Me siento muy feliz en la nueva vida que he abrazado en Cristo y en su evangelio; quisiera que todos ustedes fuesen tocados por esta misma gracia. No los olvidaré en mis oraciones, y confío que tengo un lugar en todos los que buscan la verdad con sinceridad y con un corazón recto. Estén seguros de que la salvación es un asunto personal entre Dios y cada uno de ustedes. La salvación no está en la afiliación en una iglesia, ni en las practicas piadosas, servicios, rosario, mensajes de Fátima, etc. Es algo evidentemente equivocado creer que uno puede salvarse por observar los "Primeros viernes", o los "Primeros sábados". Solo nuestra aceptación personal por la fe del hecho extraordinario de la Resurrección de Jesucristo puede salvar nuestras almas.
"por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados" (Rom 3:23-25)
Esta es doctrina bíblica; es la doctrina de Pablo en Romanos. Estudien las escrituras y ellas le guiarán a la verdad. Cuídense de seguir el camino equivocado, piensen en esto hoy. Mañana podría ser demasiado tarde.
Francisco Lacueva falleció el Domingo 11 de septiembre de 2005. Ya está en la presencia del Señor Jesús.
Y tu ¿Tienes esta misma confianza?