domingo, 11 de abril de 2010

Este articulo es tomado del Blog "la casa del Padre" esta buenisimo...

Cuando el Diablo le haga difícil la vida
Por. Pastor Romeo Guevara
http://enrique60.wordpress.com

El diablo se encuentra sano y salvo en el planeta tierra. “Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5.8). En Apocalipsis 12 se encuentra una descripción gráfica del diablo y de sus propósitos. El capítulo se abre con la escena de una mujer embarazada y un gran dragón rojo. El dragón está listo para devorar al hijo de la mujer, tan pronto como nazca. Al dragón se le identifica como el diablo en el versículo 9. Los relatos de los evangelios hablan de los fieros intentos de Satanás —desde la matanza de los bebés por orden de Herodes hasta la cruz. Satanás, sin embargo, fracasó en sus intentos por destruir a Jesús. Apocalipsis 12.5 dice que el hijo “fue arrebatado para Dios y para su trono” —una referencia a la ascensión de Jesús al cielo. El dragón trató de seguir al niño pero fue echado a la tierra. Trató de volcar su ira sobre la mujer, pero Dios la protegió. Así que “el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12.17). ¡Los que “guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” son los cristianos! ¡Como el diablo no pudo destruir a Jesús, ahora lo que más quiere es destruirnos a usted y a mí! En esta reflexión quiero hablar de los esfuerzos de Satanás para destruir la iglesia. La iglesia infante había disfrutado de paz y de tranquilidad, pero esta era “la calma antes de la tormenta”. El diablo nunca deja en paz al pueblo de Dios por mucho tiempo. En el capítulo 3 de Hecho, Pedro y Juan habían sanado al hombre cojo en el templo. Cuando la multitud se reunió, Pedro les predicó el evangelio. De repente, su sermón fue detenido y la primera persecución de cristianos se desató. Así que quiero que observemos cómo estos dos apóstoles reaccionaron para observar cómo debemos responder “cuando el diablo nos hace la vida difícil”.

En primer lugar NO SE SORPRENDA (Hechos 4.1–3)
Pablo dijo que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución” (2 Timoteo 3.12; énfasis nuestro). Pedro dijo, “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba… como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 Pedro 4.12). No nos deberíamos sorprender cuando la persecución llega. Jesús había advertido a sus discípulos: “os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles,…por causa de mi nombre…y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre” (Lucas 21.12, 17).La pregunta no era si la persecución iba a venir; sino cuándo iba a venir. Esa pregunta se le contestó a Pedro y a Juan al ser interrumpidos:Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde (vv. 1–3).Los que arrestaron a los apóstoles eran los líderes religiosos, políticos y sociales de Jerusalén. ¡Ellos representaban la estructura de poder de la ciudad! “Los sacerdotes” eran probablemente “los principales” (v. 23; énfasis nuestro) un grupo compuesto de “todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes” (v. 6), junto con los sacerdotes que estaban a cargo de las actividades del templo. “El jefe de la guardia del templo” era el responsable de la seguridad del templo; era el segundo en autoridad inmediatamente después del sumo sacerdote. “Los Saduceos” eran una pequeña pero poderosa secta, que controlaba el templo y a Palestina. El sumo sacerdote era un saduceo; la mayoría de los miembros del Sanedrín eran saduceos (5.17). Por su disposición a cooperar con Roma, los saduceos eran la fuerza política más poderosa de la nación. El diablo comenzó su persecución de la iglesia, enviando inmediatamente “el equipo de los titulares”. La persecución puede provenir “de los más refinados habitantes del pueblo”, de líderes religiosos, y entre hermanos falsos (2 Corintios 11.26). El diablo puede usar a cualquiera (véase Mateo 16.23). Las razones de nuestra persecución no nos deben sorprender. ¿Qué ley humana o divina habían quebrantado Pedro y Juan? Ninguna. Ellos simplemente habían sanado a un hombre y habían predicado un sermón. Ellos, sin embargo, representaban una amenaza para la estructura de poder de aquellos días. Eran tres los aspectos del ministerio de los apóstoles que angustiaban a los agentes el poder: 1) Pedro y Juan “enseñaban al pueblo”. A ellos no les gustaba el hecho de que estuvieran enseñando; querían conservar ese privilegio para ellos mismos. Sobre todo, no les gustaba lo que Pedro y Juan estaban enseñando; entre otras cosas, ¡los apóstoles los estaban acusando de haber asesinado al Mesías (3.11, 14–15)!2) Pedro y Juan anunciaban a “Jesús”. Cuando los romanos clavaron a Jesús en la cruz, los líderes judíos pensaron que habían terminado con el causante de los problemas, ¡pero ahora Jesús tenía más seguidores que cuando estaba vivo! 3) Pedro y Juan “anunciaban en Jesús la resurrección de entre los muertos”. No solamente estaban anunciando que Jesús había resucitado de entre los muertos. ¡También estaban anunciando que por medio de Jesús otros podían ser levantados de entre los muertos! ¡Pocos temas molestaban tanto a los saduceos como éste! Ellos no creían en la resurrección; no creían en lo sobrenatural. (¡Ciertamente no creían en el diablo del que hemos estado discutiendo!) Quizás Pedro y Juan no habían quebrantado ninguna ley pero estaban perturbando el status-quo —y eso podía ser fatal. A veces, como cristianos, nos sorprendemos de que Satanás nos haga la vida difícil por hacer el bien. “¡No le estamos haciendo daño a nadie!”, protestamos. Pablo dijo que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución” (2 Timoteo 3. Jesús “anduvo haciendo bienes” (10.38) y fue crucificado. Reiterando, algunos se sorprenden cuando son ridiculizados por creer y enseñar la Palabra de Dios. No lo dude: Cuando vivimos rectamente y predicando la Palabra de Dios, ¡el diablo no lo soporta! Invariablemente aparecerá, para tratar de anular nuestro testimonio. ¡Cuente con ello! Cuando los líderes judíos arrestaron a Pedro y Juan, “los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde”. Quizá esperaron hasta el día siguiente para cumplir algún requisito legal; quizá querían tiempo para decidir cómo manejar el caso (a pesar de todo, los apóstoles no habían hecho nada malo); o quizá solamente querían que Pedro y Juan pasaran la noche en la cárcel para que probaran lo que significaba desafiar su autoridad. No tenían motivos legales para arrestarlos, mucho menos para encarcelarlos (véase el versículo 21), pero, a los que habían condenado a muerte a Jesús, no les preocupaba tanto tales “tecnicismos”.

En segundo lugar NO SE DE POR VENCIDO TODAVIA (Hechos 4.4–6)
Cuando Satanás nos comienza a hacer la vida difícil, algunos de nosotros nos desanimamos enormemente: “¡Es mejor que nos demos por vencidos! ¡Nada nos está saliendo bien!” Considere esto: Puede que el diablo nos esté haciendo la vida difícil, porque sabe que si seguimos adelante, ¡cosas grandiosas ocurrirán en la causa del Señor! Si yo fuese arrestado mientras estoy predicando y luego tuviese que pasar la noche en la cárcel, podría sentirme tentado a pensar de tal esfuerzo evangelístico como un fracaso. Observe, sin embargo, los resultados del sermón de Pedro: “Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil” (v. 4). ¡Esta gente había visto a Pedro a Juan ser arrestados, pero esto no les impidió convertirse en cristianos! Los mensajeros habían sido encarcelados, pero no el mensaje. La Palabra de Dios es poderosa cuando se recibe con un corazón honesto (Lucas 8.15; Romanos 1.16). La palabra “creyeron” en el versículo 4, no significa que estos hombres solamente llegaran al punto de creer que Jesús es el Mesías. “Creencia” aquí, se usa en el sentido que comprende “confianza y obediencia”. Sólo unos pocos casos de conversiones son detallados en el libro de Hechos; en el resto se dan unas sencillas palabras de resumen tales como: “Y los que creían…aumentaban más” (5.14) o “muchos… obedecían a la fe” (6.7). Como “Dios no hace acepción de personas” (10.34), no hay duda de que los mencionados en el versículo 4, se arrepintieran y se bautizaran tal como los tres mil lo hicieran el día de Pentecostés. Un libro de la Iglesia de Inglaterra dice: “Mientras tanto casi cinco mil judíos, habiendo visto o escuchado acerca del milagro de sanidad, aceptaron el desafío de Pedro y fueron bautizados para entra en la iglesia”. Si Pedro no hubiera mencionado el bautismo en el sermón de Hechos 3,21 ¿cómo hubieran sabido ellos sobre el bautismo? ¡Había gente bautizándose cada día (2.41, 47)! ¡Una multitud de cristianos dando testimonio sobre el bautismo, debió haber sido común en Jerusalén! Cualquiera que decidiera convertirse en cristiano podía conocer el procedimiento. La palabra traducida como “varones” en algunas versiones de la Biblia para el versículo 4, no es la palabra genérica anthropos, que puede incluir tanto a hombres como a mujeres. Se trata en su lugar, de la palabra específica aner, que significa “un hombre en contraste con una mujer”. Ya que la frase “como cinco mil” se refiere exclusivamente a hombres, sólo podríamos conjeturar cuántos miembros había allí en total. ¡Debieron haber sido por lo menos diez mil! Echar agua sobre un fuego alimentado por aceite solamente lo esparce; ¡así también cada esfuerzo del diablo por destruir a la iglesia resultó en el esparcimiento de ésta! Sin embargo, el arresto y la noche en la cárcel eran tan sólo el comienzo de los esfuerzos del diablo por anular el testimonio de los apóstoles.A la mañana siguiente, un poderoso grupo se reunió para iniciar acciones en contra de los apóstoles: Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote Anás, y Caifás, y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes (vv. 5–6).Los “gobernantes” eran los “principales sacerdotes” (v. 23). Los “ancianos” eran los líderes, hombres avanzados de edad con una reputación de sabiduría y madurez. A los “escribas” se les consideraba expertos en la Ley. Estos tres grupos formaban el cuerpo gobernante llamado el Sanedrín. El Sanedrín era el Senado Judío (5.21) y la Corte Suprema. ¡Esa mañana el grupo más distinguido de Palestina se había reunido en una sesión especial para decidir qué hacer con dos pescadores de Galilea! La gravedad de la situación se determina por la lista de los presentes. “Y el sumo sacerdote Anás”. “Sumo sacerdote” era un título honorario. Anás era el ex-sumo sacerdote. Después de servir varios años como sumo sacerdote, había sido depuesto por los romanos. La mayoría de los judíos, sin embargo, todavía lo consideraban sumo sacerdote y era el poder detrás del puesto. ¿Nunca falta alguien así en su iglesia, no es cierto? Caifás era el yerno de Anás y el sumo sacerdote vigente (Mateo 26.57; Juan 18.13, 24). No estamos seguros de quiénes eran Juan y Alejandro pero eran obviamente hombres de influencia con los que los lectores de Lucas estarían familiarizados. Pudieron haber sido hijos de Anás o de Caifás y estar por lo tanto alineados para ser sumos sacerdotes. De todas maneras, ellos eran “de la familia de los sumos sacerdotes”. Lucas hizo notar también que “todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes” estaban presentes. ¡Nadie que fuera importante en Jerusalén estuvo ausente! Si nos pusiésemos en el lugar de Pedro y Juan, y hubiésemos sido llamados ante los hombres más poderosos del país, consideraríamos la situación como una opresión. Pedro y Juan la consideraron una oportunidad. Al advertir Jesús a sus discípulos de la persecución que vendría, Jesús había dicho, “Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio” (Lucas 21.12–13; énfasis nuestro). ¿De qué otra manera podían Pedro y Juan haber tenido una oportunidad de predicar ante el Sanedrín? ¡La única manera de tener una oportunidad así, era llegando allí encadenados! Si uno estudia el libro de Hechos, se nota que cada vez que traían cristianos a la corte, ¡ellos aprovechaban la ocasión no para defenderse sino para anunciar a Jesús! Cuando Satanás nos hace la vida difícil, y mantenemos nuestros ojos abiertos, podemos encontrar oportunidades que nunca antes habíamos tenido —esto, ¡si no levantamos nuestras manos dándonos por vencidos!

En tercer lugar NO JUEGUE SEGUN LAS REGLAS DEL DIABLO
(Hechos4.7–8)
El versículo 5 dice que “al día siguiente” los miembros del Concilio “se reunieron en Jerusalén. Y poniéndolos en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?” (v. 7). Imagínese que usted es uno de los apóstoles. Sentados en un semicírculo alrededor suyo están setenta y un jueces vestidos con sombrías togas y con cara de pocos amigos. Detrás de ellos están otros, igualmente antagonistas. Los oficiales de la corte están a cada lado. En medio está el objeto de toda esta animosidad: tres hombres —usted, el otro apóstol y el hombre que fue sanado. Busca usted en el lugar una cara amistosa, solamente una —y no encuentra ninguna. ¡Luego se acuerda usted de que este es el mismo grupo que había condenado a Jesús a morir! La situación se había preparado calculadamente para intimidar a los apóstoles. ¡Yo ciertamente me hubiera sentido intimidado! Al comenzar la sesión formal, tenemos el presentimiento de que estamos presenciando una repetición de lo que había acontecido anteriormente. El juicio debía haberse iniciado con una lectura formal de los cargos. En su lugar, se inició con una pregunta vaga: “Les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?” ¿A qué se refiere “esto”: a la sanidad, a la predicación o a otra cosa? El ilustre panel no tenía razón legítima para detener a los apóstoles (v. 21), y esperaban que Pedro o Juan dieran una respuesta sin cuidado que les diera razón para castigarlos. ¿A dónde nos habíamos encontrado con tal procedimiento antes? ¡En el “juicio” de Jesús! (Lucas 22.66–71). En el “juicio” de Pedro y Juan, ¡tenemos las mismas caras, el mismo prejuicio, la misma hipocresía, la misma línea de preguntas! ¡Los líderes judíos estaban deseando encontrar una hebra perdida de la que pudieran tirar para desmoronar la influencia de los apóstoles! Aunque la pregunta era vaga, contenía tres posibles trampas. Ellos primeramente preguntaron, “¿Con qué potestad… habéis hecho vosotros esto?” La palabra “potestad’ o “poder” se traduce de la misma palabra griega de la cual se traduce “milagros” y podría ser traducida como “poderes milagrosos”. Según la ley de Moisés, la hechicería era una ofensa digna de la pena capital. Si los apóstoles decían algo que indicara que ellos practicaban la hechicería, podían ser condenados a muerte. Luego, el Concilio preguntó, “¿En qué nombre habéis hecho vosotros esto?” “Nombre” aquí se usa en el sentido de “autoridad”. Unos días antes de la crucifixión de Jesús, los mismos hombres le habían preguntado, “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad?” (Mateo 21.23). Ahora les hacían la misma pregunta a los apóstoles. En ambos casos, estaban dando a entender: “Nosotros somos la autoridad. ¡Cómo se atreven a actuar como si tuvieran autoridad!” Esperaban que los apóstoles mencionaran alguna fuente ilegítima de autoridad. La tercera trampa era la más sutil —y la más letal. En la traducción al español puede pasar desapercibida. En el texto original, la palabra “vosotros” se encuentra colocada al final de la frase para hacer énfasis. Cuando usted lee la frase, el énfasis debe hacerse en la palabra “vosotros”: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?” En otras palabras, “Obsérvennos a nosotros y luego obsérvense a ustedes mismos. ¿Quiénes se creen que son ustedes desafiándonos a nosotros y a nuestra autoridad?” Consideraban a los apóstoles como hombres “sin letras y del vulgo” (v. 13). Había una expresión de desprecio en sus voces al interrogar a Pedro y Juan. Las preguntas y la manera en que eran hechas, estaban diseñadas para provocar una explosión de enojo por parte de los apóstoles. Los gobernantes contaban con el proverbio, “En las muchas palabras no falta pecado” (Proverbios 10.19). Cuando Satanás le hace la vida difícil, él quiere que usted le haga el juego. Quiere que usted reaccione pagando con la misma moneda; quiere que usted devuelva mal por mal. Si él logra que usted le haga el juego, ¡ya habrá ganado! Si hubiera sido yo el que estaba de pie allí, con los sentimientos heridos y golpeados, probablemente hubiera caído en las manos del Concilio y permitido que el enojo tomara control de mi lengua. Observe, sin embargo, cómo Pedro respondió: “Entonces Pedro,…les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel” (v. 8). “Gobernantes del pueblo y ancianos de Israel” era la manera respetuosa de dirigirse a esa asamblea. Un escritor lo dijo en estas palabras, Honorables líderes y ancianos de nuestra nación”. Al iniciar Pedro su defensa, ¡fue cortés! La espada del Espíritu cortará lo suficientemente profundo sin necesidad de agregarle sal a la herida”. Debemos de ser corteses con todos los hombres, no porque ellos son lo que deberían ser, ¡sino porque nosotros estamos tratando de ser lo que deberíamos ser! La próxima vez que Satanás le haga la vida difícil, usted probablemente se sentirá tentado a ser tan malo y odioso como lo ha sido su opresor. Sin embargo, ¡Jesús dijo que volviéramos la otra mejilla (Mateo 5.39)! ¡No permita que el diablo lo haga caer en su juego! Ha llegado el momento de que hagamos una pausa para auto examinarnos: “¿Ha hecho Satanás alguna vez su vida difícil? Si lo ha hecho, ¿Cómo actuó? ¿Actuó como un cristiano o actuó como el diablo?” Cualquiera que sea su respuesta, propóngase que la próxima vez que el diablo lo moleste, actuará como debe con la ayuda de Dios.

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